En este tipo de exámenes puedes encontrar la respuesta correcta mezclada con otras que no lo son. A primera vista puede parecerte fácil aprobar uno de estos exámenes sin estudiar demasiado. Es posible tener suerte en algunas preguntas, pero también es fácil confundirse (las preguntas suelen estar más rebuscadas) y no “acertar” ni una. Te ofrecemos una serie de consejos prácticos para que apruebes los test sin depender de la suerte.
En primer lugar, debes practicar. Cuantos más exámenes tipo test te prepares, más facilidad tendrás para superar el de la oposición. En los exámenes tipo test no es preciso memorizar grandes extensiones de texto, aunque también es necesario memorizar. Esto es importante tenerlo en cuenta. Debes memorizar datos concretos como fechas y definiciones. Así pues, aunque en estos exámenes no “se empolla”, sí hay que memorizar.
Cuantas más respuestas correctas marques más puntos irás acumulando, de ahí que marcar la respuesta correcta sea esencial y para ello debes haber comprendido primero muy bien el temario. Jamás estudies nada de pura memoria sin comprenderlo. Hoy en día tienes respuestas para todo en Internet. Usa la red y no te quedes con ninguna duda. Si te estás preparando las oposiciones en alguna academia, pregunta a tus profesores.
Durante el examen debes leer muy bien las instrucciones. Presta mucha atención a las preguntas que tienen más de una respuesta correcta. En estos casos debes marcar todas las respuestas correctas para que se dé por válida tu contestación a dicha pregunta.
Debes tener en cuenta cuántos puntos vale cada pregunta, cuál es la máxima puntuación posible, y qué puntuación necesitas para aprobar. También resulta esencial saber si te quitan puntos por cada respuesta incorrecta y si las preguntas no respondidas cuentan como incorrectas. Finalmente, tener controlado el tiempo total que tienes para el examen será clave para realizarlo de forma perfecta.
Te aconsejamos que comiences respondiendo primero a las preguntas más fáciles, dejando para más tarde las preguntas cuya respuesta no sepas o necesites más tiempo para pensarla. De lo que se trata es de tener rápidamente el máximo de puntos seguros que puedas acumular y dejar todo el tiempo que sea posible para las preguntas más difíciles.
Esta técnica es preferible a responder todas las preguntas en orden, ya que así corres el riesgo de invertir demasiado tiempo en las preguntas más complicadas y acabes dejando sin respuesta aquellas que hubieras podido contestar enseguida.
Una vez hayas contestado todas las preguntas cuyas respuestas sabes seguro tienes que empezar desde el principio y pararte en las preguntas que requerían más tiempo para pensar. Pero si ves que alguna de estas preguntas se te “atasca” y no das con la respuesta correcta, vuelve a pasarla por alto y ve a la siguiente (eso sí, pon una indicación en todas las preguntas que vayas dejando sin contestar para poder revisarlas luego).
La última parte del tiempo dedícala a las preguntas que o bien tienes dudas sobre qué respuesta es la correcta o bien no tienes ni idea. Calcula el tiempo que falta y, conociendo cómo se valorará el examen, cuenta los puntos seguros que ya tienes.
Si es un examen donde no te penalizan por las respuestas equivocadas, no pierdes nada por contestarlas todas, al azar. En el supuesto de que quiten puntos por cada respuesta incorrecta o no contestada, debes igualmente arriesgarte y contestar a todas las preguntas como mejor te parezca.
Si es un test en el cual te quitan puntos por cada respuesta incorrecta pero no te penalizan por las preguntas no contestadas, entonces solo debes responder si la probabilidad de acertar es tanta para que en promedio los puntos de los aciertos superen las penalizaciones.
Por último, si queda tiempo, conviene repasar las preguntas y respuestas antes de entregar tu examen.