Durante el período de la Guerra Civil (1936-1939), paradójicamente y a pesar de la situación, no se interrumpió en España la actividad institucional favoreciendo el libro y la lectura. Tanto el bando republicano como el nacional crearon sus propios organismos con esta finalidad, aunque la principal preocupación de la zona nacional fue más la salvaguarda de las bibliotecas y colecciones privadas, y con este objetivo se creó en 1937 el Servicio de Recuperación Artística. Las bibliotecas públicas de esta zona fueron sometidas a censura y purgados todos los libros considerados sospechosos de atentar contra los ideales de “la Cruzada”.
Se creó la Jefatura de Servicios de Archivos y Bibliotecas, a cuyo frente se puso a Javier Lasso de la Vega (que posteriormente sería Director de la Biblioteca de la Universidad Complutense). Con esta medida se intentó potenciar la lectura entre los soldados y marinos combatientes. Pero Lasso de la Vega, desde su cargo, consiguió también introducir con carácter oficial una serie de medidas innovadoras que modernizaron los servicios bibliotecarios. Lasso conocía a la perfección las corrientes biblioteconómicas que por entonces estaban de moda en los Estados Unidos. Gracias a él, por ejemplo, se adoptó el tamaño internacional de la ficha catalográfica, la ficha única con encabezamiento variable y la introducción en nuestras bibliotecas de la Clasificación Decimal Universal (CDU).