Las bibliotecas públicas deben ser consideradas como puertas de acceso experimentadas al conocimiento, la información y el aprendizaje, que guían y ayudan a todos los ciudadanos a desenvolverse en el contexto del aprendizaje permanente.
La función educativa es, pues, muy importante también en una biblioteca pública. Solo tenemos que echar un vistazo a la historia de las bibliotecas para ver que para los creadores de las primeras bibliotecas públicas americanas, pioneras en su género, era la función fundamental que debían realizar. No basta que la mayoría de los países lleve a cabo campañas de alfabetización ni que tengan institucionalizada la enseñanza elemental. Todos nosotros debemos actualizar nuestros conocimientos a lo largo de nuestra vida, ya que ni el colegio, ni si tampoco la universidad, nos pueden proporcionar una formación completa y definitiva. El papel de estas instituciones es orientarnos hacia el estudio, iniciarnos en el camino hacia una formación que debemos ir completando por nuestra cuenta día a día, a base de esfuerzo personal, en una labor de autoeducación continua. Para ello debemos tener los materiales necesarios que nos permitan actualizar ideas y conocimientos. Y aquí es donde entra la actuación de la biblioteca pública como la institución más idónea para suministrar al público, en general, el tipo de materiales que necesita: libros, publicaciones periódicas, recursos audiovisuales, etc. Las bibliotecas públicas realizan una labor magnífica en lo tocante a la educación de adultos. Son la verdadera universidad del pueblo, ofreciendo así la posibilidad a los adultos de seguir el ritmo de su época y no dejar nunca de instruirse.
En la actualidad, las bibliotecas públicas deben poner en práctica entornos educativos tanto de carácter presencial como virtual, dirigido o autoadministrado, individual o colectivo, que incrementen su impacto y repercusión en el sector de la formación continua.