Si atendemos a la etimología de la palabra, “biblioterapia” hace referencia a la curación mediante la lectura, la cual se utiliza como agente terapéutico. Se trata de una disciplina moderna, una especialidad dentro de la biblioteconomía. Como entra dentro del campo de actuación del bibliotecario es, por tanto, susceptible de ser objeto de atención por parte de Biblioposiciones. En la biblioterapia la lectura no sustituye a la medicina, sino que se emplea como tratamiento complementario para mejorar la calidad de vida de los pacientes. Mediante esta terapia se intenta ayudar al lector a entender e incluso a resolver sus problemas leyendo obras que tratan estos mismos problemas y viendo cómo los resuelven los personajes de ficción.
El valor terapéutico de la literatura, oral o escrita, no es algo nuevo. Los orígenes de la biblioterapia se remontan a la Antigüedad. En Egipto las bibliotecas se situaban en templos llamados «Casas de vida», considerados centros de conocimiento y espiritualidad. También entre los romanos se asoció la lectura con el tratamiento médico, pues se recomendaba la lectura y discusión de las obras de grandes oradores como recurso terapéutico en el desarrollo de la capacidad crítica de los lectores. Y los griegos consideraban la lectura como una forma de tratamiento médico y espiritual, ya que concebían las bibliotecas como «medicina del alma».
En la Edad Media era común leer textos sagrados durante las operaciones. Así, se leía la Biblia, vidas de santos, epopeyas, tragedias y otras historias profanas, siempre con fines terapeúticos, no religiosos.
En el siglo XIX, gracias a la dedicación de algunos religiosos, resurgió el uso terapeútico de la lectura en los hospitales psiquiátricos. Benjamin Rusch fue el primer investigador norteamericano que recomendó en 1802 la lectura a los pacientes de un modo general. Unos años más tarde, en 1810, también recomendó la biblioterapia como apoyo de la psicoterapia para las personas mayores y para aquellas con conflictos internos, depresión, miedos o fobias.
No obstante, hasta 1904 la biblioterapia no fue reconocida como una rama especializada de la biblioteconomía, en el Mc Lean Hospitals, Massachussets.
El auge de la biblioterapia se produjo en la década de 1950, después de la Segunda Guerra Mundial, cuando los hospitales de los países más afectados, que contaban con bibliotecas para pacientes, crearon programas de lectura dirigidos por especialistas de la salud mental y bibliotecarios. En 1949, Caroline Shrodes, una estudiante estadounidense, publica su tesis sobre biblioterapia, definiéndola como un proceso dinámico que se da entre la personalidad de un lector y un texto de ficción, movilizando emociones y utilizándolas para su uso conciente. Esta tesis se convertirá en referente de estudios posteriores.
En la década de 1980, con el “boom” de los libros de autoayuda, se consolida la idea de que ciertas lecturas tienen poder curativo. Se supone que determinadas alteraciones o sufrimientos psíquicos pueden mejorarse, o incluso curarse, prescribiendo unas lecturas específicas. Se trata de una concepción clínica de la biblioterapia, relacionada con la salud y la enfermedad. En los años 1990 aparece la concepción humanística o de desarrollo personal de la biblioterapia: no solamente las personas enfermas, deprimidas o angustiadas pueden encontrar alivio en la lectura.
Así pues, encontramos dos enfoques en la biblioterapia: la biblioterapia clínica y la biblioterapia que sirve para el desarrollo personal. La biblioterapia clínica ayuda a las personas con problemas de comportamiento social, emocional, moral, etc. Se aplica en hospitales, clínicas e instituciones de salud mental a través de programas estructurados en los que participan psicoterapeutas, médicos y bibliotecarios. Pretende que los pacientes modifiquen sus actitudes y comportamiento, consiguiendo solucionar o, por lo menos, mejorar su problema.
La biblioterapia para el desarrollo personal es un tratamiento aplicado sobre todo en escuelas, bibliotecas públicas y centros comunitarios o religiosos, en el cual el bibliotecario actúa como educador, dando apoyo literario personalizado para que las personas que buscan ayuda puedan tener un desarrollo normal y progresivo. Esta terapia se puede aplicar con carácter preventivo o bien correctivo y también como tratamiento de grupo.
Sea cual sea el contexto donde se aplique, la biblioterapia es siempre un trabajo de equipo, y debe llevarse a cabo en conexión con otros especialistas, dependiendo del lugar en que se realice. Nuestro papel, el papel de los bibliotecarios, es familiarizarnos con las obras adecuadas para cada patología y las características de los usuarios del servicio, al mismo tiempo que interactuamos con los demás profesionales del equipo.
Rocío Martínez Bocero
Directora-Coordinadora de Biblioposiciones.com
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Hola, me llamo Jaime, soy educador social, terapeuta en adicciones y escritor solidario ( escribo libros y dono todas las ventas a proyectos sociales). Además tengo formación como auxiliar de biblioteca y tengo una página en facebook ( el hombre libro) para el fomento de la lectura. ¿Existen cursos sobre biblioterapia? ¿ Cómo podría hacer uno? Gracias
Hola Jaime,
Ante todo, ¡enhorabuena por tu carácter solidario y filantrópico!! El mundo es un poquito mejor cuando existe gente así.
No existen, que nosotros sepamos, cursos que versen directamente sobre la biblioterapia, pero sí que hay en cambio innumerables cursos, seminarios, talleres, conferencias etc. que inciden en los beneficios de la lectura o, más genéricamente, en los valores positivos que aportan los libros y las bibliotecas. Una pequeña y simple búsqueda en Google da una pista de lo que te digo.
Saludos cordiales,