Se suele considerar a la Edad Media como una etapa incivilizada de la historia europea durante la cual la brillante cultura greco-romana fue sustituida por la barbarie de los pueblos germanos. La misma palabra “medieval” sigue siendo para mucha gente sinónimo de “oscurantismo” y atraso cultural. Sin embargo, no es correcto generalizar estos conceptos para toda la Edad Media. En realidad, estas expresiones desfavorables sólo pueden aplicarse —y con cierta reserva— a la primera etapa de la Edad Media (la Alta Edad Media), ya que en el resto tuvo lugar un extenso (aunque poco divulgado) desarrollo cultural.
En Occidente, durante la Edad Media hay dos períodos en los que el libro y las bibliotecas tienen diferentes características: la Alta y la Baja Edad Media. En la Alta Edad Media el único estamento que realmente sabía leer y escribir era el religioso. La lectura de textos sagrados era el vehículo para acercarse a Dios y las reglas de muchas órdenes obligaban a saber leer y escribir.
Así pues, durante la Alta Edad Media el libro desempeña fundamentalmente un papel de transmisor de la religión y las únicas bibliotecas son las de los monasterios, que se convierten en el símbolo de la cultura.
A partir del siglo XII se producen una serie de cambios económicos, sociales y culturales que harán que la cultura se encuentre no solo en el ámbito religioso. Durante la Baja Edad Media hay una mayor apertura con el auge del ámbito urbano y laico, que conlleva la aparición del libro laico y las bibliotecas laicas de diferentes tipos. Los cambios se originan porque se producen innovaciones técnicas, la extensión del comercio, el aumento de la población y la aparición de una nueva clase social, los burgueses, dedicados a las actividades económicas del comercio, banca y manufactura. Esta burguesía necesitará aprender a leer y escribir para desarrollar sus negocios en las ciudades cada vez más florecientes.