Hoy se acepta de forma general la idea de que la primera obra realizada por la imprenta española de la que se tienen noticias es el Sinodal de Aguilafuente, impreso por Juan Parix de Heidelberg en Segovia en 1472.
El documento contiene las constituciones aprobadas en un sínodo celebrado en este pueblo, para recordar a los clérigos sus obligaciones y evitar que se mezclaran en contiendas civiles. Es una obra de 48 páginas sin colofón.
Según parece, un tal Juan Paris vivió en Segovia a finales del siglo, lugar donde abrió un taller en el que se imprimieron al menos ocho obras, la mayoría de las cuales se conservan en esa ciudad. Probablemente llegó allí invitado por el obispo Juan Arias de Ávila, hombre acaudalado que había conseguido privilegios para establecer, bajo la superintendencia del obispado, un estudio de Gramática, Lógica y Filosofía equivalente a una Universidad: era comprensible que quisiera completarlo con un taller de tipografía.
Así pues, fue Segovia la primera ciudad de la que se tiene constancia que dispuso de imprenta. Este hecho resulta en principio sorprendente, teniendo en cuenta que el reino de Aragón estaba más próximo y más relacionado con Italia, y su vida cultural era más intensa debido al mayor desarrollo de los núcleos urbanos. Sin embargo, hay que considerar que Segovia vivía momentos de esplendor, el rey le había concedido primacía sobre las demás ciudades de su reino y se desplegaban en ella numerosas actividades: era el centro de la vida política y allí fue proclamada reina Isabel la Católica en 1474.