Los catálogos colectivos surgen por la necesidad de aprovechar al máximo los recursos bibliográficos del mayor número posible de bibliotecas. La idea de recoger en un solo catálogo los fondos correspondientes a varios centros es muy antigua. Se remonta al monje agustino John Boston de Bury, conocido también por Boston Buriensis, quien escribió en 1410 un Catalogus scriptorum Ecclesiae donde consignó, por orden alfabético, todas las obras de autores eclesiásticos que había en las bibliotecas de los monasterios ingleses que él visitó.