El nombre de la rosa, de Umberto Eco, es una obra compleja, erudita, que requiere un lector/a de alta competencia lingüística y cultural. Sin embargo, Eco consigue atraer la atención del gran público guiándole a través de la trama detectivesca, sustrato más primario de la obra. Bajo dicha trama, Eco interpone muchos sustratos semánticos (ideológicos, filosóficos, estéticos…), que pasan desapercibidos al lector no iniciado. El autor se sirve de la figura de la biblioteca y de la tradición literaria y filosófica para entretejer el sustrato de la obra. La biblioteca de la abadía es el centro donde se esconde el secreto y la explicación de los misteriosos asesinatos. Hay un homenaje a Jorge Luis Borges, que aparece representado en la figura del bibliotecario Jorge de Burgos que, al igual que Borges es ciego y posee un vasto conocimiento erudito.
Eco incorpora así a su universo narrativo el símbolo borgiano de la Biblioteca: un edificio laberíntico instalado en el corazón de la abadía y en donde Jorge de Burgos esconde, entre libros anaqueles, códices, manuscritos y documentos, la segunda parte de La Poética de Aristóteles, móvil de los crímenes cometidos en la abadía.