Sin duda aun subsiste en la memoria de una buena parte de aquellos que superamos los cuarenta el ansia con el que devorábamos cómics y más cómics, tebeos los llamábamos nosotros, en alusión al famoso cómic español de principios del pasado siglo (T.B.O.) que dio nombre a cualquier revista que se publicara con ese formato; pero había un problema: los tebeos se acababan pronto y el presupuesto semanal no daba para mucho, ¿cómo solucionarlo? Sencillo, nos intercambiábamos los tebeos entre todos los chicos y chicas del barrio. Así tuve la oportunidad de conocer a Spiderman (cuando las primeras tiradas de la Marvel lo publicaban en blanco y negro), Flash Gordon, Superman y por supuesto todos los «Especiales» o «Extras» tal o cual, Películas, Don Mikis… la lista es larga y seguro que cada cual recuerda los suyos, pero era un modo de multiplicar exponencialmente las posibilidades de lectura, y solo con aportar unos pocos tebeos al «club».
Algo parecido están haciendo en Grecia ahora, un pais terriblemente azotado por una crisis que, por no respetar, no respeta ya ni los famélicos presupuestos de las bibliotecas, pero la famosa capacidad de improvisación mediterránea se ha sacado un curioso invento de la manga: las bibliotecas de intercambio. Consisten en unos muebles portátiles especiales que se han repartido por todo Atenas en los que puedes dejar un libro y coger otro a cualquier hora y en cualquier día. La iniciativa ha tenido tanto éxito que de los dos prototipos con los que empezaron han pasado ya a más de una docena.
Es un placer observar que la cultura continúa abriéndose camino… a pesar de todo.
(Miguel González Erichsen. Biblioposiciones.com)