Los comienzos del siglo XIX fueron muy negativos para las bibliotecas españolas. Debido a la Guerra de Independencia fueron destruidas o saqueadas casi dos mil bibliotecas. Los fondos que se pudieron salvar se fueron recogiendo en la Biblioteca de Cortes, de la que fue bibliotecario Bartolomé J. Gallardo, quien planeó una organización bibliotecaria basada en la creación de bibliotecas provinciales. Estas bibliotecas provinciales serían responsables de un prematuro «depósito legal», basado en la obligación por parte de los impresores de presentar dos ejemplares de todas las obras que editaran. Además, la Biblioteca de Cortes sería cabecera nacional del Sistema.