En una ocasión le pidieron a Alejandro Dumas padre que donara unos libros para la biblioteca que se acababa de inaugurar en Cavaillon, lugar famoso por sus melones. Dumas respondió lo siguiente: Si el pueblo y las autoridades de Cavaillon estiman mis libros, yo gusto extraordinariamente de sus melones; así pues, es mi deseo que, a cambio de mis dos o trescientos volúmentes, se decrete a mi favor, por orden de ese Municipio, una renta vitalicia de doce melones por año.
Dumas comunicó a su editor que mandara dos o trescientos volúmenes de sus obras ya publicadas y que lo tuviera en cuenta para futuras ediciones. Y Dumas recibio los melones durante toda su vida.